La sorpresa (parte I)

Tengo otra fantasía contigo, éde sas que pienso cumplir en cuanto podamos. Ahí va.

Me enviaste el whatsapp justo después de comer: "tengo ganas de verte, amor. Vístete para mí y te prometo una sorpresa esta noche". Bastan cosas así para que me ponga a mil, y lo sabes, así que no iba a dejar desperdiciarse la oportunidad.

Sé que te gusta cómo voy vestido normalmente, pero también sé que te gusta verme vestido de traje. Sólo me has visto una vez, y me bastó verte la cara para saberlo. Bueno, eso y las veces que me dijiste que me quedaba muy sexi y que te gustaría comerme con él puesto.

No me lo pensé dos veces. Teniendo toda la tarde para prepararme bien, me fui a El Corte Inglés y estuve mirando trajes. Me probé unos cuantos, fantaseando que estabas conmigo en los probadores y que aprovechábamos para tocarnos cada vez que entrábamos a probarme alguno. Al final me decidí por un traje a rayas, tipo gangster, gris claro.

Luego fui a comprar unos zapatos a juego y pasé por una tienda donde vendían sombreros, así que hice lo propio y compré uno. Me sonreí al pensar que casi podría aparecerme en una fiesta de disfraces vestido así, y no cantaría demasiado.

Cuando llegué a casa aún era de día. Puse la música fuerte y empecé a preparar la noche, para que lo encontraras todo perfecto. Cogí unas velas y las coloqué estratégicamente en el suelo, marcándote un camino que ya conocías, en las mesas, estanterías... Velas aromáticas con olor a jazmín.

Despejé la parte central del comedor y puse la silla donde pensaba sentarme yo, al final del camino de velas. Luego le eché un vistazo a la escena y decidí que estaba todo correcto, así que me metí en la ducha. No pude evitar la tentación de masturbarme pensando en ti, en lo que podría ocurrir esa noche. Cuanto más dura se me ponía, más ganas tenía de que llegaras. Imaginaba tus curvas, tus pezones erectos, la forma en que te penetraría y en qué parte de tu cuerpo dejaría mi leche cuando me corriera. Fue un orgasmo estupendo.

Al salir de la ducha me peiné bien, me perfumé para ti y me puse el traje. Decidí que no me pondría ropa interior, tenía ganas de verte la cara cuando buscaras unos gallumbos que no estaban. Elegí una corbata apropiada, con el chaleco abrochado encima. Me puse la americana y miré el reloj. No debía de quedar mucho para que llegaras. Te envié un whatsapp: "cómo vas?"

"Estoy en 10 minutos", me contestaste.

Encendí las velas, apagué las luces, y me senté en la silla con las piernas cruzadas. La única luz que entraba en el comedor lo hacía a través de la ventana. Eran las luces de la calle, pues ya había caído la noche. Lo justo para que prácticamente no se me viera más que en sombras si no fuera por la luz de las velas.

Entonces oí tus llaves abriendo la puerta. Te quedaste parada. Dejaste tus cosas en la entrada y viniste muy despacio. Dios, qué imagen me diste.

Llevabas un vestido negro ajustado, por encima de las rodillas. Tus caderas se movían al compás de tus pasos y tus tetas se dejaban adivinar a los lados de un escote de infarto. Estabas para comerte entera. Tu sonrisa fue mi perdición.

Llegaste hasta mí, que debía tener la cara más boba del mundo. Te inclinaste para besarme y yo no quería tocarte para no romper el momento. Te apartaste de mí.

-¿Te gusta lo que ves? -me dijiste.

-Estoy soñando.

-Fíjate bien, reténlo en la memoria. ¿Ya?

-Sí.

Entonces echaste tus manos atrás, bajaste la cremallera de tu vestido y éste cayó a tus pies como si fuera de seda, a cámara lenta. Supe que te habías comprado ese vestido sólo para dejarlo caer así en aquel momento. Entonces no pude evitar la erección, fue inmediata, y te diste cuenta, claro, no llevaba ropa interior. Pero tú sí. Habías comprado el conjunto más sexi que había visto nunca, o quizás eso me pareció, sólo porque lo llevabas puesto tú.

El sostén, de encajes, era minúsculo, apenas tapaba tus pezones, pero levantaba tus tetas al cielo haciendo que, si normalmente ya las deseaba con una lujuria impropia, ahora lo hiciera con una dolorosa. Me recreé en él.

Pero cuando bajé mis ojos, me di cuenta de en qué consistía la sorpresa. Realmente creí que nunca te iba a ver con un tanga puesto, y elegiste el mejor, sin duda. Tapaba lo justo de tu coño para darme cuenta de la brasileña que te acababas de hacer.

-Por favor, da una vuelta -te pedí.

Delicioso, cómo tus nalgas iban prácticamente libres, sólo tapadas por un minúsculo triángulo, a juego totalmente con el sujetador. Yo estaba en babia.

Te acercaste de nuevo y volviste a besarme. Mis manos se fueron directas a tus nalgas y mi boca abandonó tu boca para ir del cuello a tus tetas. Retiré el sostén con los dientes, mientras te olía embriagado, y chupé tu pezón derecho con fuerza. Entonces te pusiste de rodillas entre mis piernas, yo aún sentado en la silla. Acariciaste mi verga por encima del pantalón.

-¿Ya estás así de duro? Mmm...

Sólo acerté a sonreírme. Entonces, utilizando las dos manos, abriste mi cremallera, y mi polla saltó hacia ti como un resorte. Te quedaste mirándola, deseándola. La acariciaste con tus manos, pero el calor de tu boca al engullirla me hizo echar hacia atrás la cabeza, mientras gemía al sentir tu lengua deslizándose despacio por cada centímetro de mi rabo.

Notaba mi polla palpitando en tu boca y mis huevos rasurados esperando la saliva de tu lengua, a que les tocara a ellos. No se puede hacer una mamada como las que tú haces sin que llegues a rozar el cielo. Me salvó de correrme en ese instante, dentro de tu boca, la paja que me había hecho hacía sólo un rato.

Continuará...