Arrancarte la ropa

No sé si será por la cantidad de hormonas que nos dejamos en el coche, o porque soy un salido del quince ya de natural, o porque me paso el día pensando en ti, a partes iguales entre disfrutar de tenerte entre mis brazos y el placer de estar entre tus piernas, o simplemente por una suma de todos, pero la cuestión es que las mañanas, sin ti, cada vez me son más frías. Estar como estaba esta mañana, sin tenerte a mi lado, sin haberte podido apretar contra mi, sabiendo que al notar mi dureza hubieras respondido sin dudar, no puede ser bueno.

Seguramente es porque anoche, cuando te despediste de mi en el Whatsapp, me quedé dormido pensando en ti, para no variar. No sé lo que soñaría, pero sí sé que esta mañana casi dolía. Hubiera terminado en un buen orgasmo, porque me la he estado acariciando un buen rato, imaginando que las manos que recorrían mi verga, que acariciaban mis huevos, despacio, desde abajo del todo, eran las tuyas, y no las mías. Pero el despertador me ha sacado de mi ensoñación. Lo he apagado y me he levantado.

Y luego, mientras me vestía, ahí estabas tú, y mientras tomaba el café en el bar. En el coche ni siquiera he puesto música, de camino al trabajo, y luego toda la mañana. Esto no tiene nombre, y no sé si sentido. Después nos hemos intercambiado un par de mensajes, en los que nos hemos hecho saber algunas cosas, y yo no he dejado de decirte cómo me pones.

Me dices que tengo que aguantar hasta el jueves. Es martes. El jueves está lejísimos. Sólo de imaginarme las cosas que quiero hacerte, las que puedo hacerte en el coche y las que no. Todas.

Te las contaría aquí, pero hoy no es uno de esos días en los que quiero ponerte eso. Ya sabes que estoy escribiendo esto con la polla palpitándome dentro del pantalón, porque hace sólo un rato te decía lo dura que me la has puesto con tu mensaje. Y sigo imaginándote como me has dicho: ligera de ropa.

Lástima no estar ahí para arrancártela.