lunes, 17 de octubre de 2011

La sorpresa (III)

Nos quedamos los dos desnudos, en el sofá, fumando un pitillo. Mis manos recorrían la curva de tus nalgas, hasta tus muslos, y volvían a subir.

-Aún no me has dicho cuál es la sorpresa -te dije.
-Claro, es una sorpresa. 
-¿Y a qué esperas para dármela?

Me miraste fijamente, me sonreíste, y dijiste:
-A que se te vuelva a poner dura, cariño.

Sabes que me excita que me digas estas cosas, y fue apagar el cigarrillo y pegarme contra ti, dejándote sentir mi polla morcillona contra tu piel. Tú apagaste el tuyo, y sin dudarlo te agachaste, ahí mismo, en el sofá, a comérmela de nuevo. Me la mamabas con dulzura, masajeando mis huevos con las manos (se me pone dura ahora sólo de pensarlo). Pusiste el culo en pompa, así que mis dedos empezaron a acariciarte el culo, y a pasearse de nuevo por tu rajita, que ya empezaba otra vez a mojarse.

Mientras me mirabas llevé mis dedos a mi boca, volví a meterlos en ti y te los di a probar. Los lamiste como una guarra, y sabes que me encanta. Luego volviste a mi verga, que ya estaba de nuevo a mil. Te sentaste encima de mi y me cabalgaste un poco, mientras mi boca jugaba con tus pezones.


-Cierra los ojos -me dijiste.
-¿Ahora?
-Sí, viene la sorpresa.

Los cerré. Te levantaste y oí que sacabas algo de la bolsa.

-No se te ocurra abrirlos.

Entonces sentí que me ponías algo en las manos, era una cuerda. Abrí los ojos.

-Te he atado otras veces, ¿cuál es la sorpresa?
-Esta vez es distinto, quiero que hagas conmigo lo que te apetezca, lo que sea, sólo para tu placer, sin límites, lo que tú quieras.

Eso me excitó como nunca. Saber que te ponías total y absolutamente a mi disposición, confiando en mi de esa manera ciega, fue mucho más de lo que podía aguantar. Noté mi poya ponerse dura como nunca. 

Te di la vuelta y até tus manos a la espalda. Luego empecé a hacerte nudos por todo el cuerpo, apretándolos lo suficiente para no lastimarte pero para que no pudieras quitártelos tú. Apreté bien tus tetas, estiré de la cuerda cuando te la pasaba por el coñito y te decía lo puta que eras, arrancándote algún que otro gemido.

Cuando te tuve así, aún te tumbé bocarriba sobre el sofá, abrí tus piernas, bien abiertas, y até tus tobillos a los pies del sofá. La visión de tu coño abierto para mi, los labios a los lados, hinchados, totalmente lubricado, y el clítoris casi saliendo por debajo de tu pubis, me dio una idea.

Saqué la cámara de fotos y empecé a hacerte. Hice fotos de cuerpo entero, de tus piernas, de tus tetas apretadas, y de tu coño totalmente abierto para mi. Tú mirabas mi polla, la veías enhiesta, y cada vez que me daba cuenta, me excitaba aún saber cómo la deseabas en ese momento.

Me subí en el sofá y me puse frente a ti.

-Voy a follarte cada uno de tus agujeros.

Abriste la boca para engullir mi polla. Te follé la boca a saco, mientras tu lengua intentaba rozar mis huevos en cada embestida. La sacaba para darte cachetes con ella en la cara, y tú intentabas atraparla sin lograrlo. Luego volvía a follarte otra vez la boca.

Luego bajé hasta tu ombligo, y aún más, y lamí tu raja que estaba a punto de pegarse fuego. No sabes cómo me gusta beberte cuando estás tan excitada. Aparté la cuerda, cogí el vibrador y empecé a follarte en esa posición con él, mientras te lamía el clítoris, lo mordía, y te arrancaba gritos de placer.

-Fóllame ya, fóllame ya, dame tu polla cabrón.
-Ni lo sueñes puta, vas a saber lo que es sufrir hoy, y desear que te folle de verdad -te dije, todo lo guarro y dominante que pude, con la única intención de ponerte aún más cachonda, si eso era posible.

Metía y sacaba el vibrador dentro de tu coño, mientras paseaba mi lengua por tu rajita, mordía y chupaba tu clítoris, y entonces saqué el falo de goma de tu coño, y te atravesé con la polla, de un sólo golpe. Tu gemido fue música para mi. Tus jugos resbalaban por mis huevos y tus muslos, y yo me moría por llenarte el coño de leche, pero aún no había llegado el momento.

Te desaté las piernas y te di la vuelta. Luego te las volví a atar, igual, bien abiertas. Volví a follarte un poco en esa posición, disfrutando de tus nalgas bien abiertas. Te azoté las nalgas, varias veces, hasta que las vi coloradas. Eso te gustaba, se notaba en tus gemidos.

Entonces te metí un dedo en el culo, empecé a dilatarte, luego te puse el lubricante. Metí dos dedos, y luego te metí el juguete doble, ese que me pongo yo, para poder follarte los dos agujeros. Y cuando vi que entraba bien, te lo saqué y me lo puse. Empecé a follarte de esa manera, hasta que noté que no podías aguantar más, y pasé de todo, me dio igual todo, y en el momento en que tú llegabas a un escandaloso orgasmo, de líquidos y de gemidos, empecé a descargar mi leche dentro de tu coño. La sentí caliente, espesa, saliendo a borbotones, llenándote el interior. 

Fue el mejor orgasmo de mi vida.

Tardé unos instantes en volver a la Tierra, y te desaté con ternura, besándote cada centímetro de piel. Y cuando estuviste desatada hiciste algo que no me esperaba, te agachaste a limpiarme la verga con la boca. No lo esperaba. No quedaba nada, pues lo tenías todo dentro, pero la limpiaste con una ternura que casi dolía. Luego me besaste, te tiraste encima de mi, y nos quedamos dormidos abrazados.

Lo último que oí fue un te quiero.

3 comentarios:

  1. Mientras exista sexo tan ardiente unido a un amor tan grande poco o nada podrá hacer que os separeis. Enhorabuena por tener una salud sexual tan buena.

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  2. Maruxela: Sip.
    eva... : Así es, y gracias.

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