domingo, 30 de enero de 2011

Síndrome de abstinencia

No sabía sobre qué iba a escribir hoy. Sabía que iba a escribir algo, pero no tenía claro el qué. Tú me has dado la idea, y ya sabes por qué. 

El síndrome de abstinencia es malo, muy malo. Color negro, y es que voy salido todo el día. Me faltas un montón, y como encima últimamente nos hemos visto tan poco, pues peor todavía. Qué ganas te tengo, amor.

Y es que continuamente pienso en mil formas de hacerte el amor, de follarte a saco, sin miramientos, sin condiciones. Me da igual; en el coche, en un vestuario, en el ascensor, en la cama de A., junto a la piscina, en mi habitación, en la tuya...

Y de qué maneras, uf. No hay paja que me haga en la que no estés, y es que ocupas cada minuto en que mi mente queda libre. No exagero, en serio. Te echo de menos como nunca.


Hoy ya fantaseaba con tenerte, aunque fuera un rato corto, aunque no fueran esas dos horas de polvo que consumimos entre sudor y cristales empañados. Pensar en sólo acariciarte, saborear tus labios, apretar tus nalgas con mis manos, aunque fuera por encima del pantalón, ya me provocaba el cosquilleo en la entrepierna. Sólo con pensar en tenerte ese ratito.

Mientras escribo esto, te imagino desnuda, inclinada en la mesa de tu cocina, con las piernas abiertas, y yo ensartándote desde atrás, contemplando tus nalgas, deseando tus tetas en mis manos, mi pecho sobre tu espalda, mientras te penetro con furia. Y sabiendo que tú me estás deseando en ese momento como yo a ti. Me consumo de pensarlo, y de echarte de menos. Pero no he podido tenerte hoy tampoco.

Si anoche no fui a casa de A., a sabiendas que dormirías allí, fue por varias razones. En primer lugar porque no quiero abusar de A.; en segundo porque me da miedo a veces que también esté D., y que nos pueda pillar en faena -sería algo incómodo para los tres-; y en tercero porque estaba roto de trabajar y necesitaba descanso. Pero no sabes cómo me estoy arrepintiendo de no haber ido, porque no sabes la falta que me haces, mi vida.

Y es que tengo síndrome de abstinencia yo también, mono de ti, como me decías hace un rato por teléfono que te estaba pasando a ti. Tú me dices que te enciendes de vez en cuando, y yo voy encendido siempre. 

Esta mañana, en la ducha, te imaginé conmigo, los dos dentro. Al principio sólo nos lavábamos, luego empezamos a lavarnos el uno al otro, y luego ya no era lavarnos. Con los ojos cerrados imaginé que podía acariciarte entera, que me pegaba a ti y te agarraba fuerte las nalgas mientras sentía tus tetas contra mi pecho. Mis dientes se hundían en tus hombros, y mi verga se aplastaba contra tu monte de venus. Luego tú te agachabas, aún con el agua caliente cayendo sobre nosotros, y jugabas con mi polla y mis huevos, paseando tu lengua por cada centímetro de piel.

Mi erección estaba a tope cuando imaginé que te ponías de pie, y que abrías tu piernas todo lo que podías, para que esta vez fuera yo el que me agachase y me pusiese entre ellas. Qué bien sabía tu coño en esa fantasía, qué bien sabe en la realidad. Te lo estaba comiendo a placer, mientras oía caer el agua y tus gemidos por igual. Con mis manos abría tus nalgas para llegar con mi lengua todo lo adentro que pudiera, y después mordisquearte el clítoris como sé que a ti te gusta.

Luego me puse de pie, te di la vuelta, y me apreté contra ti mientras volvía a morderte los hombros y el cuello, y mis manos apretaban a conciencia tus tetas, y pellizcaba tus pezones con fuera. Tú gemías como nunca, poniéndome a mil, como siempre.

Te agachabas, con las piernas abiertas, dejando a mi vista tu entrada, chorreando agua y flujos, para que pudiera metértela. Jugaba un poco en la entrada, ya sabes que me gusta, y luego te ensartaba poco a poco, acostumbrándome a ti. Y cuando ya la tenía toda dentro, empezaba a bombearte, rápido, dándote cachetes en las nalgas hasta vértelas enrojecidas. Follándote todo lo a saco que podía, y parándome justo en el momento en que estaba a punto de correrme, para volver a empezar otra vez. Con cada embestida me pedías más polla, y yo más notaba lo zorra que te pones conmigo, y más te decía cómo me gusta que seas mi puta.

Otra vez me notaba a punto de correrme, pero aún no era el momento, así que saqué mi verga de ti, y empecé a follarte con los dedos de una mano, hasta tres te metía, mientras con la otra mano apretaba, golpeaba y frotaba tu clítoris. Tú me pedías por favor que te follara, que te metiera la polla, pero yo quería que te corrieras, como la perra que eres cuando estás conmigo, y no paré hasta conseguir tu orgasmo entre mis dedos. Metí mi lengua en ese momento, despacio, para darte el máximo placer hasta que me pediste que parara.

Así nos quedamos un rato, jadeando los dos, con el agua aún cayendo encima nuestro. Nos abrazamos, nos besamos, y tus manos volvieron a juguetear con mi polla. Entonces, yo de pie, y tú medio tumbada, empezaste a hacerme una mamada soberbia, la mejor de mi vida. Te avisé de que me corría, de que me llegaba el orgasmo, y decidiste hacerme el regalo. Empezaste a pajearme, con la boca abierta, hasta que me corrí con fuerza. Nunca te he obligado a hacerlo, fuiste tú la que me lo dabas, y mi leche te impregnó la lengua y los labios. Darme así para ti fue el placer máximo; darte así para mi, un gran regalo.

El agua lo limpió todo, pero nuestro abrazo, nuestros besos, y nuestro amor seguía allí, en ese momento, a pesar de todo.

Y yo, sigo teniendo mono de ti, este síndrome de abstinencia que me está abrasando, y que no sabes las ganas que tengo de saciar, contigo, amor.

7 comentarios:

  1. Contra el horrible síndrome de abstinencia, nada como empacharse del virus del placer la próxima vez que os veáis. Que espero que sea pronto.

    Besos.

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  2. Asfixiar los deseos desata mucho más la pasión, pero mientras sucede la sensación de que estamos VIVOS es maravillosa.

    Un beso desde mis Amanteceres

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  3. Entiendo perfectamente cómo te sientes; yo padezco un síndrome de abstinencia que empieza a ser crónico ya.
    Y no estoy muy segura de qué es peor: si sentir ese síndrome por la falta de alguien en concreto o sentirlo por la falta de cualquiera en general.
    Las pajas reconfortan momentáneamente, pero llega un momento en que se necesita más......MUCHO MÁS!
    Espero que puedas resarcirte muy, muy pronto.

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  4. No hay nada mas desesperante que no tener a tu lado a la persona por la que te mueres a cada instante y tirar de los momentos vividos junto a la persona para hacer su ausencia mas llevadera.
    Besazos!!!!!!!!!!!!!!

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  5. Te susurraré: Lo ha sido, y muchas veces.
    Amanteceres: Otro beso para ti.
    belkis: Disfruta lo que llegue, sea él u otro, ni te lo pienses, que la vida son dos días.
    Mariona: Y que lo digas.
    AMOR: Totalmente de acuerdo. Muchos besos.

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