Definitivamente somos compatibles, no sólo en la cama -eso es evidente y genial-, sino también en el resto de aspectos como pareja. Pero no lo somos al cien por cien, sino más bien a noventa y cinco, o a un noventa, lo cual nos da el punto justo para no chocar, para estar generalmente de acuerdo en casi todo. Me toleras las pequeñeces, y te consiento en las tuyas.
Sabes que, por suerte o por desgracia, para mi y para los que me rodean, soy analista con todo en exceso, aunque luego actúe en muchas cosas por impulso, por no decir por instinto. Eso lo hago también con nosotros, y lo sabes, lo cual ha hecho que piense que debe de haber cosas en mi que no te gustan. A mi me pasa igual. Sin embargo, he descubierto que por cada cosa de ti que no me gusta, hay cien que sí, y en el peor de los casos, una sola de esas cosas que me gustan de ti, compensa a cien de las que no. Ya lo sé, parezco Bilblo soltando el discurso en la fiesta de su ciento once cumpleaños.
Volvamos un poco atrás en el texto, a ese cinco o diez por cien que nos diferencia. Es precisamente esa cifra, por ejemplo en la cama, la que nos deja nuestro pequeño apartado a la imaginación. Esa pequeña porción de cosas que a ti te gustaría hacer y a mi no, y al revés. Eso no quiere decir que las imagine contigo. En la actualidad eres la única persona con quien las imagino, a sabiendas de que las voy a realizar. Pero ni me importa ni me preocupa, por lo que he dicho antes, porque todas las demás lo compensan de sobra.