martes, 3 de agosto de 2010

Me faltas

Eres un hombre muy malo. Malísimo, que lo sepas. Y con la dosis exacta de perversión para resultar de mi gusto: ni mucha ni poca. Como la carne, en su punto. Para más señas, estás como un cañón y me derrito con tu sonrisa. Saber que te voy a ver me pone.
Y te quiero contar algo que me pasó la otra noche. Me acosté temprano, como siempre que tengo que trabajar, y pensaba en ti. Me acordaba de nuestra última vez juntos, a solas, y me encendí a una velocidad de vértigo. Si hubiera estado de pie me hubiera mareado como si llevara una borrachera.
Me masturbé pensando en ti. Me toqué, me pellizqué, me metí los dedos y conseguí un orgasmo... Y me supo a poco.
No estaba excitada, ya no, pero no bastaba.
No era ni remotamente parecido a estar contigo. Me faltabas tú, todo tú, con tu sonrisa, con tu toque de perversidad, con tus manos y tus besos. Me faltaban nuestros comentarios, nuestras risas...
El cigarrillo de después se quedó a medias, sin sabor, apagado de cualquier manera en el cenicero.
Me sentía vacía y me faltabas en ese trozo de cama que no ocupo.
Traté de pensar en cualquier otra cosa que no fueras tú (será porque no hay cosas en nuestras vidas que puedan ocupar nuestro pensamiento), pero no había manera. Te imaginaba durmiendo en tu cama y trataba de fundir las dos imágenes, la tuya y la mía, para imaginar que estábamos juntos, pero tampoco pude.
Me faltabas de una manera que casi me dolía físicamente, como si me hubieran quitado una parte de mí que hasta entonces ni sabía que tuviera.
Y, sobre todo, me faltabas entre las piernas, entre mis pechos (o sobre ellos, o jugando con ellos), entre mis brazos, bajo mi cuerpo, sobre mí, mordiendo mi cuello, bajo mi boca y mis dientes, tu sabor en mi lengua, tu olor a hombre excitado, tus gemidos cuando te hago algo que te gusta, tu espalda o tus piernas bajo mis uñas...
Te imagino o te recuerdo de este modo y mi cuerpo reacciona solo, con un ansia voraz que me enferma. Ahora, mientras escribo esto, me molesta la ropa y me faltas otra vez como la otra noche, y me contengo porque ya he comprobado que el autoservicio sólo hace más patente que no estás.
Me faltas y me duele tu ausencia.
Tú me completas.

6 comentarios:

  1. A mi también se me hace eterno cuando no estás. Ojalá pudiera despertar contigo cada mañana. Y que fueras lo último que viera antes de cerrar mis ojos por la noche.

    No se cómo es posible que te desee de esta manera. Sabes que me enciendes como nadie, y que en tu piel estoy en casa. Por eso tengo unas ganas locas de volver a estar contigo, acariciarte, tocarte, besar cada centímetro de tu piel, tu cuello, tus labios, tu espalda...

    Quiero quedarme a vivir entre tus piernas. Me dejas?

    ResponderEliminar
  2. Un relat ple de sensualitat que es palpa a cada paraula i hom imagina tot el recorregut d'unes mans lliscant per sobre d'una pell vellutada...
    Gràcies per la vista!

    ResponderEliminar
  3. Es lo que tiene recordar ciertas cosas... :P

    Besos.

    ResponderEliminar
  4. Después de publicar el post nuevo, el que sigue a este que es el tuyo, he vuelto a leerte. Nadie me dice las cosas que tú me dices, y me encanta. Me haces sentir como nadie, me haces sentir muy hombre, y eso me gusta. No sé si alguna vez voy a volver a encontrar otra mujer como tú, pero sí sé que no quiero a nadie más. Tú me llenas cielo, mucho. Esta tarde, esta noche, cuando hemos cenado juntos, me ha sabido a poco, como cada vez que nos vemos.

    ResponderEliminar
  5. No hay nada que llene ese vacío de la ausencia. La recompensa es volver a encontrarse para volver a sentirse completos. Os felicito por este amor que compartís.
    Besitos

    ResponderEliminar
  6. A cada post que leo vuestro, más me maravillais, esos sentimientos, ese amor, el deseo que os teneis...........y también me dais un poquito de ánimos para continuar mi historia, que me recuerda mucho a la vuestra.
    Besos

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails