viernes, 30 de julio de 2010

Sueños

Esto es algo que escribí, luengos años ha, dedicado al que hoy tiene razones para inspirar cosas muy parecidas, dentro y fuera del papel. Lo encontré hace unas semanas, rescatando papeles viejos de la humedad, esa odiosa entrometida, y la ironía no pudo sino resultarme deliciosa. Tantos años guardado en un cuaderno, sin releerlo ni recordar que existía y, de repente, la relación se reanuda y el escrito reaparece. Uno podría pensar que es cosa de meigas.

He cambiado algunas cosas, porque yo también he cambiado, pero el resto es exactamente igual. Y, el sentimiento, el mismo.

Levanto la mirada y allí están tus ojos, mirándome con su fulgor laberíntico, atrapando los míos con su intensidad. Tus manos, duras y frescas, ciñen mi cintura y me atraen hacia ti, aplastándome levemente contra tu pecho. Tu cabeza se inclina sobre la mía y tus labios rozan los míos, tan ligeramente que me parece que ha sido un sueño.

Poco a poco, tus brazos me estrechan más y más contra ti, y tus labios carnosos, antes dulces y leves, son ahora duros, voraces. Tu lengua ávida acaricia mi lengua y mi paladar y me oigo gemir en un repentino vahído de deseo que empuja mi estómago hacia arriba y recorre mi vientre como un caballo encabritado.

Las rodillas se me doblan y me sujeto a ti, sedienta de tus caricias. Siento tu mano en la base de mi espalda, empujándome hacia ti y hacia arriba, sosteniéndome.

Mis manos se aferran a tus hombros y alzo aún más mis labios, ansiosa por seguir sintiendo los tuyos.

Tú levantas la cabeza y me sonríes, dulce y también hambriento. E inclinas de nuevo la cabeza y yo cierro los ojos, esperando el beso.

Tu aliento roza mi cara y, rápido, inclinas aún más la cabeza y tus dientes toman mi cuello, acariciándolo con la lengua, mordiendo la unión de cuello con hombro, apartando el cuello de mi camisa con tu propia cara, apretándome contra ti.

Mis manos se hunden en tu cabello, apretando tu cabeza contra la mía, arqueando mi espalda para poder sentir tus manos en ella, apretando, apretando.

Impaciente, te abro la camisa, haciendo saltar los botones, y hundo mi cara en tu pecho, oliendo tu piel, besándola, acariciándola, deseando sentirla en íntimo contacto con la mía.

Tus manos sacan la camisa de mi pantalón y me la quitan por la cabeza. Ignoro dónde ha caído y gimo sin poderlo evitar cuando tus manos rodean mis pechos.

Tus labios descienden por mi hombro, mordisqueando mi piel, lamiendo los surcos que dejan tus dientes.

Tiemblo y, sin querer, hago ceder tus piernas. Caemos, pero blandamente, sobre la alfombra.

Tus ojos se clavan en los míos y el laberinto me atrapa. Me extravío en él hasta perder conciencia de cuanto nos rodea ―la casa, el mundo― y sólo sé que estoy contigo.

La sangre me hierve en las venas y se me nubla la vista cuando nos besamos una vez más. Ya no veo nada, pero siento tus manos, ahora ardientes y sedientas, recorrer mi cuerpo con suavidad y firmeza, posesivas.

Giramos en el suelo y levanto la cabeza con brusquedad para apartarme el cabello de la cara. Te miro y veo tu pecho alzarse y descender aceleradamente, pero todavía con cierto control. Siento que tus manos han alcanzado la hebilla de mi cinturón y trajinan con ella.

En cinco minutos estamos casi desnudos del todo. Tú con tus boxers negros y yo con el conjunto de ropa interior que sé que te gusta.

Volvemos a besarnos y yo también recorro tu cuerpo, con mis manos, mis labios y mi lengua, ansiosa de sentir tu piel fundiéndose con la mía. Puedo sentir el calor del fuego en mi espalda cuando ejerces tu fuerza contra ella para acercarme a ti y volver a girar.

Ahora estás sobre mí, quitándome lentamente el sujetador y mordisqueando tiernamente mis pezones mientras aprietas tu virilidad, dura y palpitante, contra mí. Vuelves a morder mis hombros y mi cuello porque sabes que me gusta. Con una sonrisa que siento contra mi piel, apartas mis manos de tu cuerpo y me impides terminar de desnudarte. Me sujetas con firmeza y no puedo soltarme. Y sigues recorriéndome la piel con la boca.

Con una delicadeza que me enloquece, desciendes con tu boca por mis pechos ―los rodeas, los abarcas y los succionas haciendo que me muerda los labios para no gritar―, mi estómago, mi vientre ―tu lengua juguetea en mi ombligo interminablemente― y llegas hasta mis bragas de encaje, que retiras con los dientes, con mucho cuidado para no romperlas. Tu boca se entretiene en mi pubis y no puedo evitar un gemido. Con avidez, lames, empujas y succionas entre mis piernas.

Siento deseos de gritar, pero no quiero hacerlo, así que cierro los ojos con fuerza y me muerdo los labios hasta casi sangrar. Empiezo a respirar con ansia y tengo que cerrar los puños hasta clavarme las uñas en las palmas.

Finalmente sueltas mis manos y, enloquecida, arranco de ti los calzoncillos. Te empujo, pero sonríes con malicia al guiar mis caderas sobre tu boca y seguir tu juego.

Con ansiedad mal contenida, mis manos encuentran tu miembro erecto, duro y rampante, y lo atrapo en mi boca, estremeciéndome de deleite cuando te oigo ―por fin― jadear de placer. Incluso te detienes un instante cuando lo lamo cual helado y te regalo un pequeño toque con los dientes, suave. Te siento estremecer y soy yo quien sonríe con malicia esta vez.

Durante horas, nos hacemos el amor de este modo y de otros, más y menos imaginativos, acariciándonos el uno al otro con manos posesivas, ávidas, avaras las unas de la piel del otro.

Al borde de la locura, nos separamos y me coloco sobre ti ―sé cuánto te gusta sentirme sobre ti― y tu virilidad encuentra su camino entre mis muslos.

Los dos jadeamos al sentir que estás dentro de mí, palpitantes y ebrios de placer.

Con ternura, como sé que te gusta, me muevo sobre ti, tan despacio como lo permite mi propio deseo, y tus manos van de mis pechos a mis caderas y vuelta, como si no supieran dónde quedarse.

Poco a poco, vamos aumentando el ritmo, pero me detienes antes de ninguno de los dos alcance el clímax.

Aúllo de placer y frustración a la vez, agitada y tensa como el cabo de una vela en pleno vendaval. Nos miramos, respirando azarosos. Y, con tus ojos más que con tus manos, me invitas a dejarme vencer sobre ti y nos besamos una vez más. Un beso largo, intenso, gozoso, lleno de ti y lleno de mí.

No sé cómo, durante el beso, me encuentro boca arriba y siento un nudo en la garganta, porque sé que lo has hecho porque sabes que también me gusta.

Lentamente, haciéndome estremecer contra ti, te mueves sobre mí ―dentro de mí― con toda la dulzura, la ternura y el amor que irradias y transmites como un nuevo Sol ocupando su lugar en el Universo.

Poco a poco, conjugando nuestros ritmos, empezamos a movernos como enloquecidos ―mis dientes se hincan en el lóbulo de tu oreja, saboreo la sangre, y mis uñas se clavan en tu espalda; tus manos aprisionan casi dolorosamente mis pechos y me muerdes con rabia un hombro― y, finalmente, una oleada de placer y amor, casi demasiado intensa para soportarla, estalla en nosotros ―en el uno antes que en el otro, en los dos al mismo tiempo, ¿qué más da?―, y yacemos laxos, sonrientes, enamorados.

Nos miramos y sonreímos, cómplices, tú entre mis piernas y yo entre tus brazos.

Es la primera vez ―nuestra primera vez― que hacemos el amor en nuestra propia casa. Es grande, como tú, y me estremezco de alegría al pensar en las horas de placer y en los años de amor que nos esperan en ella.

Y te sonrío porque estoy enamorada de ti.

Si queréis detalles, esto se escribió el 6 de abril de 1996, dedicado y regalado en su momento a la misma persona que hoy me acompaña y me hace sonreír, emocionarme, enamorarme y, de vez en cuando, enfadarme. Mi mejor amigo y mi pareja.

Espero que os haya gustado.

4 comentarios:

  1. No me canso de leerlo cielo. Es curioso que aún siga sintiéndome así, después de tanto tiempo, cuando nuestra piel se encuentra.

    ResponderEliminar
  2. Baila descalzo sobre la arena,
    deja que tus pies se cubran de espuma,
    que el sol te seduzca dorando tu piel,
    permítele al viento que acaricie tu pelo,
    sonríe y juega con él...
    Amanteceres

    Recien empezadas mis Vacaciones vengo a dejarte un beso desde mis Amanteceres,
    ¡¡FELIZ VERANO!!

    ResponderEliminar
  3. Simplemente impresionante!
    primero por lo bien escrito que está y segundo por todos los sentimientos que en él se leen,
    enhorabuena, sobretodo por sentir eso mismo tras varios años , no es facil...

    ResponderEliminar
  4. Un gran post y envidiable los sentimientos. Gracias por tus visitas.

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails