miércoles, 11 de enero de 2012

LA noche

Y diréis "uy, qué cagada, el artículo le ha quedado en mayúsculas". Y sí pero no, es decir, es completamente intencionado, porque hubo una noche en concreto que Torre y yo recordamos muy bien.

También decir que recordamos muchas, afortunadamente, y más que queremos recordar en un futuro, pero esa noche fue LA noche. Porque, todavía hoy, al recordarla, nos ponemos como motos y nos partimos de risa a partes iguales.

Torre y yo compartimos una característica curiosa, aparte de la fascinación por el buen sexo y el placer y la sensualidad y la buena comida (en todos sus sentidos) y las duchas compartidas y los bailes lentos y las agujas de coser (no preguntéis) y una lista interminable de cosas en común. Compartimos, digo, un sentido del humor perverso, malvado, inexpresivo que a veces nos hace preguntarnos si el otro va en serio o nos la está metiendo doblada... 

Y yo, al menos, gozo del don de la inoportunidad: en pleno momento de pasión desatada, un gesto, un sonido o una palabra desencadenan una asociación de ideas y me hace gracia, y lo comparto, naturalmente. De manera que, a veces, pasamos de estar gimiendo como cerdos a estarnos carcajeando como locos sin apenas transición. Tengo en mi memoria (y sé que Torre también) algunos momentos verdaderamente demenciales que recordamos todavía entre risas.

Pero esa noche, LA noche, nada hacía presagiar que podría ocurrir nada parecido. Íbamos cachondos y nos faltó tiempo para meternos en el coche, ir a nuestro escondite de entonces y empezar nuestras maldades. Pero entre nuestras maldades se cuenta el tomárnoslo con calma, la expectación forma parte ineludible del placer, etcétera, así que me lié un cigarrillo y empecé a fumármelo con tranquilidad. Torre ya había echado su asiento para atrás y estaba estirado como un gato juguetón.

Mientras me fumaba el cigarrillo, con la otra mano empecé a magrearle el paquete. Era la cosa más simple y vulgar del mundo, pero en aquel momento me pareció tremendamente excitante estar fumando a la vez que le metía mano. Y ni que decir tiene que a él le encantó y me lo demostró cumplidamente.

Cuando me acabé el cigarrillo estábamos los dos locos por follar y empezamos uno de esos polvos nuestros, de antología, que quedan en la memoria como botón de muestra de lo que puede ser el placer. 

Sudábamos a mares, él encima de mí, trepanándome el coño con esa polla tiesa que me vuelve loca, jadeando y gritando como perros. Recuerdo que yo le arañé la espalda y lo que pillé con las manos, hasta que se hartó y me sujetó las manos hacia arriba, ejerciendo sus prerrogativas de macho dominante. Ese gesto de dominación me encanta y me pone muy cachonda, y él lo sabe, así que se irguió para poder verme bien mientras me follaba y yo me retorcía de gusto, de excitación y de placer por saberme dominada por él.

Yo lo miré a mi vez, disfrutando de verlo disfrutar y retroalimentándonos los dos con lo que veíamos en la cara del otro. Una especie de cinta de Moebius sexual en lo que todo era subida, excitación y gozo.

Y así estábamos los dos cuando las luces de un coche nos enfocaron de frente porque, sin darnos cuenta, nos habíamos puesto en el camino de entrada de unos terrenos adyacentes.

Torre y yo maldijimos la hora, la madre y los muertos del conductor del otro coche mientras, sin vestirnos siquiera, quitábamos el coche de en medio y buscábamos otro lugar, no muy lejano, donde terminar lo que se nos había quedado a medias. Cuando lo encontramos, nos lanzamos al ataque casi como si la interrupción no hubiera ocurrido, o quizás más excitados todavía por el punto exhibicionista que todos albergamos dentro.

Fue uno de esos polvos nuestros, como he dicho antes, que han quedado en mi memoria como botón de muestra de lo que el sexo puede llegar a ser: excitante, divertido, serio, ardiente, tranquilo, apasionado, tierno, lento, silencioso,... y, entre sinónimos y antónimos, podríamos llenar un libro. 

También, lo reconozco, ha quedado en mi memoria como la demostración efectiva del coitus interruptus. Y si eso no lo es, que baje Dios y lo vea.

7 comentarios:

  1. jodidas luces, jodidos coches, jodidos sitios que con las prisas pensamos seguros....jajajaja

    bueno, el encanto hay que buscarselo, y existe.

    besos

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  2. Mmmmm vaya noche mas exquisita de sexo y vicios, es una pena que a veces alguien venga a fastidiar justo en el peor momento, pero todos sabemos que a grandes problemas lo mejor es encontrar grandes y creativas soluciones, estoy convencida que entre los dos les sobraran vías para seguir el ritmo frenético y garantizar subsanar ese coitus interruptus jajaja,dejo besos para los dos ;)

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  3. Me fascina haber descubierto este blog. Me fascina la explicación de el Por qué Torrevientos y me fascina esta última entrada. Voy a ir leyendo las anteriores y sin duda volveré con frecuencia.

    Un beso de su nueva huesped y un saludo de mi Amo y Señor Ángel Dex :)

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  4. Marpart: Por supuesto que existe.
    alexia{All}: Totalmente de acuerdo contigo, y de hecho así fue.
    Xinauh: Sé bienvenida y disfruta cada uno de los textos.

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  5. ❀---╗╔║║╔╗╔╗...⋆,,
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    ❀------------╚╚╝╚╝╚╝──▀ Feliz semana
    y mil besos...

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  6. Cuando el deseo y la pasión surgen de esa manera, no hay luz ni obstáculo que lo detenga…
    Me encantáis…

    Un beso desde mis Amanteceres.

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  7. luna: Qué bonito eso que has hecho.
    Amanteceres: Gracias amiga.

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