lunes, 26 de septiembre de 2011

Espérame desnuda

Por fin un fin de semana solos. Ya sabes quién se iba de acampada, el mismo viernes por la tarde, y teníamos nuestra casa para nosotros solos. Así que decidí que había que aprovechar y no dudé en enviarte aquel mensaje por Whatsapp: "llegaré a las 19:30h, espérame desnuda en el sofá".

Aún faltaban un par de horas para que yo llegara, y se me hacían eternas. Saber que ibas a cumplir mi "orden", que al llegar a casa tendría a la mujer que amo totalmente dispuesta para mí, me excitaba como nunca. Por eso, no podía evitar enviarte algún que otro mensaje obsceno: "quiero que estés bien abierta cuando llegue" o "tengo la polla a reventar pensando en ti".


No quería enviarte nada más fuerte, para no romper el momento, aunque quizás debería haberlo hecho. Sin embargo en realidad no hizo ninguna falta.

A pesar de mi impaciencia, decidí pasar a comprarte algún juguete en el sexshop, tenía tiempo de sobra y sabía que eso contribuiría a excitarte. Esta vez elegí algo más atrevido que de costumbre. En primer lugar escogí una fusta de cuero, con las tiras finas y el mango de terciopelo. Tenerla en las manos me hacía imaginar cómo iba a fustigar tus nalgas mientras te follaba, y justo después, cómo ibas a gemir de gusto mientras te daba golpecitos en el clítoris con el terciopelo, o mientras te fustigaba no sólo las nalgas, sino el ano, palpitante y expectante de mi lengua.

Llevaba unos pantalones de pinzas y tenía una erección considerable, así que disimulé un poco para que la dependienta del sexshop no viera lo empalmado que estaba.

Después examiné los vibradores. Quería sorprenderte, así que elegí uno especialmente grande, muy rugoso y realista, con otro pequeño adosado para poder hacerte también el culo. Imaginaba tu cara al desenvolverlo, imaginando cómo te follaba con eso mientras me la mamabas.

Salí del sexshop con los dos paquetes bien envueltos, con papel de regalo. Pasé también a comprar flores. Sabes que me encanta darte el mejor sexo y demostrarte la máxima ternura al mismo tiempo. Te compré tres gladiolos, que utilizaría también para decorar la mesa en la cena romántica que tenía previsto regalarte, justo después del primer polvo.

Me dirigí a casa imaginando todo el camino tu cuerpo, tus curvas, tus pezones erectos y duros dispuestos para mí.

Abrí la puerta, sin prisa, pero sin pausa. Sabía que estarías ahí, esperándome, tal y como te había pedido. Y ahí estabas. Totalmente desnuda, abierta de piernas y acariciándote. Sonreíste al verme.

-¿Por qué has tardado tanto? -me preguntaste.
-Fui a comprarte unos regalos.

Tenías puesta una peli porno en la tele. Dos hombres le hacían una doble penetración a una chica. Miré tu coño y lo vi brillante, mojado.

-Sigue con lo que estabas, por favor -te pedí-. En seguida voy.

Tú seguiste masturbándote mientras mirabas la tele. Yo puse las flores en un jarrón con agua, excepto una. Me puse de rodillas delante de ti, y empecé a acariciarte las mejillas con la flor, el cuello, las tetas, los pezones... Tu piel se puso de gallina, y bajé hasta tu ombligo con la flor. Luego, muy suave, retiré tus manos del coño, y te acaricié con la flor los labios, el clítoris.

Dejé la flor a un lado, tus manos desabrocharon algunos botones de mi camisa, pero te cogí fuerte las muñecas y te puse en cruz, y así empecé a besarte, primero de la forma más dulce que pude inventar. Después empecé a buscar tu lengua con la mía, y tu lengua me salió al encuentro. Trataste de pegarte contra mi, y lo lograste lo justo para notar mi dureza en la entrepierna. Sonreíste, pero yo no tenía prisa y me aparté, sólo un poco. Seguí besándote, y empecé a lamerte tu propia lengua, a follarte tu boca con la mía, a chuparte cada rincón de tu boca. Mordí tus labios, tu cuello, y tus pezones se endurecieron aún más en mi boca.

Apreté tus tetas con fuerza, y te mordí los pezones. Gemías, sobretodo cuando mis dedos entraron con fuerza en tu coño. Estabas encharcada. Te follé con ellos, deleitándome en ese delicioso chapoteo, y casi gritaste de placer. Pero era un juego, y sólo estaba empezando. Me aparté de ti, lo justo para que pudieras terminar de quitarme la camisa, pero te dejé que me desnudaras entero. Me quitaste los pantalones deprisa, con urgencia. Lamiste mi rabo por  encima del calzoncillo, lo mordiste, lo apartaste lo justo para chupar mis huevos depilados para ti, rozando mi culo con la lengua.

Luego me bajaste los calzoncillos y mi verga saltó disparada. No dudaste en engullirla, y me mamaste como toda una puta experta mientras me quitabas del todo los calzoncillos.

Entonces te puse apoyada contra el sofá, de espaldas a mí. Te obligué a separar las piernas, y me arrodillé entre ellas. Te comí el coño arrancándote con cada lengüetazo un gemido. Recorrí tu ano con mi lengua, sintiendo tu piel temblar. Y entonces me puse de pie. Te acaricié culo y coño con mi polla, caliente, dura, palpitante, y te la metí por el coño de un solo empujón. Me quedé ahí, sin moverme, y te pasé la fusta envuelta para que la desenvolvieras.

Empecé a follarte despacio mientras lo hacías. Tus manos casi no podían ni abrirlo, me encantaba verte así, tan fuera de ti. Cuando viste lo que era, chupaste el mango mirándome, y me la entregaste para que la usara. Saqué mi polla de tu coño, empapada, brillante.

Me aparté unos pasos de ti, y te di el primer latigazo en las nalgas. Gemiste. La utilicé entonces en la otra nalga. Volviste a gemir. Abrí tus nalgas y te rocé el ano con el mango, como si te lo fuera a meter. Noté tu tensión, y entonces te acaricié.

-Tranquila, mi amor. Confía en mi.

Notaste cómo paraba de hacer aquello, empecé a lamerte el ano como no te lo han hecho nunca, y separé tus nalgas todo lo que pude con una mano. Y llegó el primer azote en tu ano, con la fusta. Más caricias, otros lengüetazos ahí, y de nuevo un latigazo en el ano. Así estuve unos momentos, hasta que vi que tus flujos resbalaban por tus muslos. Los recogí con los dedos, los lamí. Cogí un poco más y te lo ofrecí. Lamiste mis dedos con avidez. Me mirabas suplicante.

-Por favor, fóllame ya, necesito tu polla dentro.

Dejé a un lado la fusta. Apollé mi rabo en la entrada de tu coño. Con suavidad cogí tus muñecas, desde atrás, y te la metí de un empujón de nuevo. Mis huevos se aplastaron contra tus labios, y estirándote así, cogiendo tus muñecas con fuerza, empecé a follarte sin piedad. Gritabas como una perra.

-Así, cabrón -me gritabas-, así. Fóllate a tu puta, cabrón. ¡Méteme tu polla fuerte!

No sé cuánto tiempo estuve así. Pero necesitaba de repente poder comerte las tetas, apretar tus nalgas, sobarte todo el cuerpo mientras te follaba. Así que la saqué, de golpe, sin avisarte, y un gemido de frustración se escapó de tu boca. Me senté en el sofá.

-Ven aquí y cabálgame como una buena puta. Métete mi polla hasta el fondo.

Te sentaste encima de mí y empezaste a cabalgarme como nunca. Te chupé las tetas, los pezones, las mordía, tus nalgas bailaban en mis manos, mis dedos entraban y salían de tu culo. No podía aguantar más.

-Quítate amor, que me corro -te dije.

Por una vez me sorprendiste.

-Ni hablar, no, quiero tu leche, lléname el coño de leche...

Te di un azote en las nalgas y te apretaste aún más contra mí. Descargué en tu interior, tuve el mejor orgasmo que me habías dado nunca. Casi me desmayé del gusto, y poco a poco te fuiste parando.

-Ahora te toca ti -te dije.

Desenvolví el vibrador. Lo miraste con miedo, pero deseando que te lo metiera. Querías probarlo.

-Es enorme, fóllame con él -me pediste.

Te lo metí, sin piedad, te follaba con él, encendido, tratando de seguir el ritmo que tú misma me imponías. Las piernas abiertas como nunca, y empezaste a gritar, a temblar, a empaparlo todo, sofá, alfombra, mis manos... Cambié de mano, para que vieras cómo lamía de mis manos todo lo que estabas echando, y eso debió de ser la gota que colmó el vaso. Te quedaste casi sin respiración, cerraste los ojos con fuerza, y al poco tu gemido se ahogó en mi boca, que se había acercado para recibirlo.

Tu orgasmo fue brutal para mí.

Te abracé, te besé todo el cuerpo, con toda la dulzura de la que fui capaz. Tu cara, tu cuello, tus labios, tus tetas y sus pezones, tu ombligo, volví a lamer tu coño con mucha suavidad, y tus muslos, limpiando con mi lengua tu orgasmo. Y volví a abrazarte, dejándote respirar.

Pero hay algo que a pesar de tener la sensación de haber vivido un polvazo, me llenó como nada: abriste los ojos, me miraste, y sonreíste

3 comentarios:

  1. Lujuria compartida.
    Deseos satisfechos.
    Placer intenso.
    Fantasías hechas realidad.
    Ternura en la mirada.
    Complicidad en los gestos.
    Chicos...lo tenéis todo! ¿Se puede perdir algo más?

    ResponderEliminar
  2. Qué sensación extraña, indescriptible, me produce leerlo Torrevientos!

    Me siento anonadada por sus confesiones, especialmente porque se me representa todo Amo, con una seriedad y un aplomo, donde esas palabras tan deliciosas y esos estados tan gozosos, tal vez no puedan darse...

    Es una delicia oír así a un Dominante!

    Felicito a su sumisa por provocar tantas emociones en Ud.

    Con respeto...

    ResponderEliminar
  3. Belkis: Nosotros siempre queremos más.
    algamarina: Muchas gracias algamarina, no sabes cómo me llena saber que voy por el buen camino.

    ResponderEliminar

Related Posts with Thumbnails