domingo, 19 de septiembre de 2010

Nuestras últimas visitas


Llevo varios días pensando en escribir algo aquí. Quería que fuera algo morboso y sexy, pero lo único que me sale ahora mismo es lo que siento, puro y duro, y no tiene morbo de ninguna de las maneras. Y he pensado que, aunque no sea como para subir la tensión, no es menos cierto que merece ser expresado y que el lugar adecuado es éste.
En realidad, son varias cosas y todas se entremezclan dentro de mí, pero intentaré expresarlas de modo ordenado, aunque sólo sea para hacerme entender.
Lo primero que quiero decir, aunque lo digo siempre y te lo repito y debes de estar cansado de oírmelo decir, es que te quiero y que me maravilla esto nuestro que tenemos.

Me maravilla cómo, la otra noche, cuando yo estaba que no estaba, de mal humor, arisca, tensa y rebotándome porque me molestaba hasta el aire, me hiciste volver a mí. Me llevaste a nuestro rincón oculto, donde pocos o ninguno se aventuran, y te sentaste detrás de mí, los dos en el mismo asiento del coche.

Echaste el respaldo hacia atrás y nos tumbamos, yo con la espalda sobre tu pecho (un colchón muy cómodo), y empezaste a hablar. Me hiciste acompasar la respiración y luego quisiste que me imaginara que estaba en una playa, con el agua a mi izquierda y la arena a mi derecha, una playa extensa y larga, completamente sola. Me hiciste caminar por esa playa con mi mente e imaginarme que el tiempo era fabuloso y que nada me molestaba, hasta llegar a unas rocas donde el agua rompía con cierta violencia y acababa empapándome. Hiciste que mi mente se librara de esas cosas que me molestaban disfrazándolas de ropas mojadas y pesadas, incómodas, que fueron quedando por el camino, sobre las rocas, y que las piedras que me martirizaban los pies se encontraran de repente con que mis sandalias se interponían entre mi piel y ellas. Y luego el camino volvió a ser cómodo y tranquilo y el sol brillaba y la temperatura era ideal. Mi mente estaba en paz consigo misma y con lo que la envolvía y mi humor era diametralmente opuesto al que tenía al encontrarnos.
Me diste paz, una vez más, y nunca te lo agradeceré bastante.

Luego, el viernes por la noche, pensando que no íbamos a tener oportunidad de estar a solas, al final pudimos escaparnos. Nos fuimos a aquel restaurante pub, donde tomamos un resopón bueno, rico y barato y estuvimos hasta las dos de la mañana sentados en la terraza y arreglando el mundo, hablando sin parar, como siempre nos ocurre, de todo cuanto pasaba por nuestras mentes. Y luego me traías a casa y yo te provoqué:
-¿No voy a poder violarte? -te dije haciendo pucheros.
Y tú cambiaste de idea y volvimos a nuestro rincón ignoto y escondido y, a pesar de que el coche fue particularmente incómodo esa noche, hicimos el amor como locos, como posesos, con una intensidad que me pasmó y que me dejó atónita y temblorosa. Hiciste que me olvidara de todo y de todos y que sólo me importaras tú, nosotros, estar contigo, entregarme a ti completamente y sentirte de todas las maneras posibles.
Fue como una fiebre, un deseo que no se acababa nunca, embistiendo en oleadas como una marea siempre creciente. Hiciste que me sintiera deseada y querida de una forma que no recuerdo haber sentido antes, tan intensamente que casi me sentí romperme de tanta fuerza que se acumulaba en mi interior.
No diré que fue nuestro mejor encuentro, porque eso puede desmentirse en la memoria o en el futuro y, de todas maneras, no creo que pueda afirmarse nunca una cosa semejante cuando siempre es diferente. Pero sí diré, y lo mantendré mientras la memoria me lo permita, que fue maravilloso, estupendo, absolutamente genial. Hubo ternura, pasión, morbo, dulzura, malicia, entrega y locura, y tantas cosas y tan mezcladas que no sé ni empezar a describirlas. Fue simplemente querernos como nuestros cuerpos nos pedían en esos momentos, sin reparos ni falsos rubores, y que el momento último fue sólo una pálida sombra en comparación con las horas de placer que nos dimos.

Y ayer. Ayer que no tuvimos la ocasión de amarnos como deseábamos, pero estuvimos juntos hasta la madrugada. Primero cenamos, luego tú viste el fútbol mientras yo leía a tu lado y me despistabas hablándole a la televisión o hablando para ti mismo. Después vimos la película, muy buena película, con dos gigantes del cine trabajando como sólo ellos saben hacerlo y dándose una paliza de espanto a pesar de poder considerarse viejas glorias. Y luego apagamos el televisor y nos quedamos en el sofá, ora abrazados, ora fumando, ora volviendo a abrazarnos, sin parar de hablar y hablar sin parar, tan pronto de cosas serias como de tonterías que nos hacían reír hasta llorar.
Te dije anoche que incluso teniéndote a mi lado, estando abrazada a ti, te echaba de menos, porque sabía que te tendrías que ir. Estuvimos incluso a punto de dormirnos en el sofá, con el peligro de que nuestras espaldas nos pasaran una factura impagable, pero casi nos daba igual con tal de seguir juntos otro poco. Luego te fuiste. Te acompañé a la puerta y nos besamos, prendiendo mecha, pero conteniéndonos porque la ocasión lo requería. Y te marchaste y me quedé en la puerta hasta que te perdí de vista escaleras abajo, y cerré sintiéndome triste y feliz a la vez.
Triste porque no estabas, feliz porque habías estado. Me acosté enseguida, tratando de imaginar que estabas aquí conmigo, hablando otro poco antes de dormirnos.
Lo conseguí, lo imaginé, casi me lo creí... Pero me giré en la cama para darte un pellizco por algo que habías dicho y resultó que no estabas. Sentí que me rompía por dentro y que se me abría un vacío con tu forma, porque no estabas, y ese vacío dolía. Me dueles cuando no estás.
No porque te desee, no porque eche de menos el polvo matutino o nuestros deseos desenfrenados. Te echo de menos porque mi piel no toca la tuya por las mañanas, porque no te huelo en la almohada, porque no te oigo respirar o roncar a mi lado cuando duermes, porque no te saboreo en nuestro beso de buenos días. Te echo de menos porque todo en mí siente que le faltas cuando no estás, y es una falta que me incomoda y me duele de un modo físico que no acabo de entender.

9 comentarios:

  1. No sé si yo hubiera sido capaz de escribir un post tan dulce. Gracias cariño.

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  2. A mí me escriben algo así y me derriten eh?

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  3. Torrevientos: Gracias a ti, amor, por idear este lugar para encontrarnos.

    Te susurraré: Gracias. Aunque yo no sé si me derretiría, sólo sé que es lo que sentía en esos momentos y buena parte del día de hoy.

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  4. Precioso y tierno post. Leerlo ha sido todo un verdadero placer, pues en él has volcado más que nunca todos tus sentimientos y eso es muy bello.
    Si eso no es amor, que venga Dios y lo vea (como dice el refrán)
    Mil besitos para los dos desde mi isla,

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  5. Absolutamente precioso.
    Es un gustazo leer cosas así.

    Un beso.

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  6. Pues me parece precioso, por sencillo y porque sí coñe, por precioso...enhorabuena
    Besitos

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  7. Hacía mucho tiempo que no leía por aquí. Me alegra enormemente comprobar que vuestra relación sigue en pie, viva como el primer día. ¡Que dure!.

    Te dejo un beso, y otro para Torrevientos.

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  8. Tener un espacio para poder dejar plasmados los sentimientos que uno tiene a flor de piel es ideal.

    Amor, cariño, ternura, comprensión y morbo, por qué no?

    Un placer, nunca mejor dijo, leerte.

    Un saludo para ti.


    ** MARÍA **

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  9. Uh, cuántos comentarios. Intentaré contestar a todos, pero no prometo nada, que no se me da bien esto de ser social.

    Julia: Nosotros creemos que nos queremos, así que debe de ser verdad (o más nos vale). Gracias por visitarnos.

    abril: Jos, si me decís esas cosas me pongo colorada y no sé qué decir... ¿Vale con gracias?

    La niña mala: Gracias. Es muy bonito lo que dices. Me alegra que te guste.

    VolVoreta: Eso, eso, que dure, que nos lo pasamos genial. :-D

    ** MARÍA **: Sí, es ideal. Fue una idea de Torre y, la verdad, las ha habido mejores, pero pocas. Y es fantástico porque la comunicación que tenemos no sólo se da aquí. En persona también somos así, y mola mogollón. Gracias por venir.

    Besos a tod@s, sed mal@s y pasadlo bien.
    No Step Breeze

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