Esto es algo que escribí, luengos años ha, dedicado al que hoy tiene razones para inspirar cosas muy parecidas, dentro y fuera del papel. Lo encontré hace unas semanas, rescatando papeles viejos de la humedad, esa odiosa entrometida, y la ironía no pudo sino resultarme deliciosa. Tantos años guardado en un cuaderno, sin releerlo ni recordar que existía y, de repente, la relación se reanuda y el escrito reaparece. Uno podría pensar que es cosa de meigas.
He cambiado algunas cosas, porque yo también he cambiado, pero el resto es exactamente igual. Y, el sentimiento, el mismo.
He cambiado algunas cosas, porque yo también he cambiado, pero el resto es exactamente igual. Y, el sentimiento, el mismo.
Levanto la mirada y allí están tus ojos, mirándome con su fulgor laberíntico, atrapando los míos con su intensidad. Tus manos, duras y frescas, ciñen mi cintura y me atraen hacia ti, aplastándome levemente contra tu pecho. Tu cabeza se inclina sobre la mía y tus labios rozan los míos, tan ligeramente que me parece que ha sido un sueño.